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9 Recuerda aquella canción de hace tres años, cuando aún eran amigas. O, mejor dicho, cuando aún podían ser amigas, porque no es que su prima no haya hecho esfuerzos por contactar con ella, solo que estar todo el día de gira no les da precisamente la oportunidad de quedar. Y, mientras no la ve, le resulta mucho más fácil odiarla. «Tampoco la odias», se dice a sí misma. «Solo le tienes bastante rencor». —¿No es genial? Vamos a enviarle un mensaje a tu hermano, cariño —dice el padre de Camilla a su mujer—. Jennifer, escribe a Neferet: «Estamos viendo a tu niña y nos sentimos muy orgullosos de ella. Dale besos de nuestra parte». Jennifer, el ordenador personal equipado en la casa que su padre ha nombrado como Jennifer Lawrence, una actriz de los tiempos de su abuelo a la que él adora, proyecta el mensaje en un holograma justo enfrente de la cara del hombre, quien da el visto bueno con un asentimiento de la cabeza. El mensaje se envía generando un ligero zumbido y el holograma desaparece. Mientras tanto, Emilia ha dejado de cantar y sobrevienen los aplausos virtuales de billones de

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