17 justo en el momento en que sonaba el timbre para ir a comer, desapareció muy satisfactoriamente. Aún se oía el piano cuando bajaron, pero dejó de sonar mientras Heimpi les llenaba los platos, y al momento siguiente se abrió la puerta y entró mamá. —¡Hola, niños! ¡Hola, Gunther! —exclamó—. ¿Qué tal el colegio? Todos empezaron a contarle cosas inmediatamente, y la habitación se llenó de pronto de barullo y risas. La madre de Anna se sabía los nombres de todos los profesores, y siempre se acordaba de lo que los niños le habían dicho. Por eso, cuando Max y Gunther le contaron cómo el profesor de geografía se había puesto hecho una furia, dijo: —¡No me extraña, después de cómo le tratasteis la semana pasada! Y cuando Anna le contó que se había leído en clase su redacción, comentó: —Esto es maravilloso... porque fraulein Schmidt casi nunca lee nada en voz alta, ¿no es cierto? Cuando escuchaba, miraba a quien estuviese hablando con absoluta atención. Cuando hablaba
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