18 ponía en ello toda su energía. Todo parecía hacerlo el doble de bien que los demás: hasta sus ojos eran los más azules que Anna había visto. Estaban empezando el postre, que era pastel de manzana, cuando entró Bertha, la muchacha, para decirle a mamá que llamaban por teléfono, y que si debía molestar a papá. —¡Vaya unas horas de llamar! —exclamó mamá, y corrió la silla para atrás con tanta fuerza que Heimpi tuvo que echarle mano para que no se volcara—. ¡Que ninguno se atreva a comerse mi parte! Y salió a toda prisa. Todo pareció quedar muy silencioso después que salió mamá, aunque Anna oyó sus pasos apresurados hacia el teléfono y, un poco después, todavía más apresurados escaleras arriba, hacia el cuarto de papá. Anna rompió el silencio para preguntar: —¿Cómo está papá? —Mejor —contestó Heimpi—. Le ha bajado un poco la temperatura. Anna se comió su postre tranquilamente. Max y Gunther repitieron dos veces, y mamá seguía sin volver. Era extraño, porque el pastel de manzana le gustaba especialmente.
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