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8 quería comprar unos lápices de colores en la papelería y ya era casi la hora de comer; pero iba tan sin aliento que se alegró de que Elsbeth se detuviera a mirar un gran cartel rojo. —Es otro retrato de ese señor —dijo Elsbeth—. Mi hermana la pequeña vio uno ayer y se creyó que era Charlie Chaplin. Anna contempló la mirada fija y la expresión severa. Luego dijo: —No se parece en nada a Charlie Chaplin, como no sea en el bigote. Leyeron el nombre que había debajo de la fotografía. Adolf Hitler. —Quiere que todo el mundo le vote en las elecciones, y entonces les parará los pies a los judíos —dijo Elsbeth—. ¿Tú crees que le parará los pies a Rachel Lowenstein? —A Rachel Lowenstein no la puede parar nadie —respondió Anna—. Es capitana de su clase. A lo mejor me para los pies a mí. Yo también soy judía. —¡Tú no! —¡Claro que sí! Mi padre nos estuvo hablando de eso la semana pasada. Dijo que éramos judíos,

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