12 —No le digas que con los mejores deseos de fraulein Lambeck, Anna: ¡dile que de una admiradora! Y por fin desapareció. Anna no tardó nada en comprar sus lápices. Luego ella y Elsbeth se quedaron paradas delante de la papelería, en medio del viento frío. Allí era donde normalmente se separaban, pero Elsbeth remoloneó. Hacía mucho tiempo que quería hacerle a Anna una pregunta, y aquel parecía buen momento. —Anna —dijo Elsbeth—, ¿es bonito tener un padre famoso? —Cuando te encuentras a alguien como fraulein Lambeck, no —repuso Anna, poniendo rumbo a casa distraídamente mientras Elsbeth la seguía, igual de distraídamente. —No, pero ¿aparte de fraulein Lambeck? —Yo creo que es muy bonito. Entre otras cosas porque papá trabaja en casa, así que le vemos mucho. Y a veces nos dan entradas gratis para el teatro. Y una vez nos entrevistaron para un periódico, y nos preguntaron qué libros nos gustaban, y mi hermano dijo que Zane Grey, ¡y al día siguiente le mandaron una colección entera de regalo!
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