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La mayoría de sus vecinos, especialmente aquellos que vivían más cerca de su casa, también eran apestosos. Así, les resultaba más fácil soportarse los unos a los otros. En el caso de la señora Jabalí y de la señora Mofeta, ser malolientes era propio de su naturaleza, como la del ogro, claro está. Pero el caso del señor Brujo era especial, porque no todos los brujos son pestilentes. Aquel sí lo era, y mucho. En cuestión de fetidez, el Brujo los ganaba sin duda alguna. Matías estaba contento con sus vecinos. Y sus vecinos también estaban contentos con él. Eso sí, todos pensaban que Matías tenía muchas manías. Hacía un par de semanas que el ogro estaba preocupado. De golpe y porrazo, sin motivo aparente, Matías perdía calcetines, ¡sus queridos calcetines!

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