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18 —No te preocupes, Arantxa —la tranquilizó la chica mona—. Como no has marcado la casilla para recibir correo comercial, no te llegará nada. Y, si ganas el sorteo, te llamaremos directamente al móvil que nos has facilitado. —¡A ver si me dais una alegría! Si veis que no cojo la llamada, insistid más tarde, ¿vale? Estos días voy de culo con los horarios de caja y cada día hago un turno diferente. Porque..., más o menos, ¿cuándo tenéis pensado llamar? El chico y la chica se miraron con un atisbo de duda. —Seguramente a lo largo de esta semana —contestó el guaperas sin concretar más—. Os avisaremos con tiempo para que os planifiquéis los días de vacaciones. La mirada de Arantxa se perdió en dirección a la línea de cajas del supermercado donde sus compañeros trabajaban como esclavos, pasando artículos por el lector de barras, preguntando a los clientes si querían bolsas y anunciándoles el precio total de la compra. Ojalá tuviera suerte con el sorteo. Si le tocaba el viaje, no pensaba pedirse días de vacaciones: se plantaría delante de la encargada, le lanzaría el uniforme arrebujado y le diría que no contara con ella para el día siguiente. Tal cual. No le preocupaba quedarse sin trabajo, ya encontraría otro cuando regresara de Nueva York. —¿Tienes alguna otra pregunta? Arantxa volvió a la realidad. —Perdona, ¿cómo decías que se llamaba vuestra agencia? —Viajes Orquídea.

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