11 Mireia Mireia lanzó el móvil en el capazo de playa y se tumbó boca abajo. Clara también le había dicho que no. Aunque no eran tan amigas, ella se había convertido en su última esperanza para planear un viaje durante esas vacaciones. Ya no tenía a quién acudir. Sería su primer verano sola. De no ser por la gente que la rodeaba, se hubiera desahogado llorando, pero ya habían llegado a la playa los primeros turistas de la mañana. Se dio un cabezazo contra la toalla. ¡Y pensar que un año atrás Marc y ella estaban mirando vuelos para este verano! Les había hecho gracia Cuba y ambos habían ahorrado lo suficiente como para darse el capricho. Se suponía que este debía ser el mejor verano de su vida: veinte años y quince días en el Caribe con su novio. ¿Quién le iba a decir que su vida daría un vuelco tan grande? O encontraba una distracción o se volvería loca. Se incorporó y se sentó en la toalla, contemplando la fina línea del horizonte que separaba dos mundos azules. El mar era una de las pocas cosas que la relajaban; por
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