Pandora Wilson 29 eran el injusto pago por cargar con todos los males del mundo. Sonaba ridículo. Todos los males del mundo en una vieja maleta. Como si fuera posible tal cosa. A diferencia de su madre, que había vivido recluida en casa para no separarse de la maleta escondida en el sótano, ella había elegido ir de un lado a otro, de una estación de tren a la siguiente, de un aeropuerto a otro, de un país a otro país y a otro y a otro, como si alguien la estuviera persiguiendo. Y en esa huida lo había ido perdiendo todo. Menos el maletín y su trabajo. Casi mil kilómetros al norte, aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Wuhan Tianhe. Esta vez la esperaba un comité de bienvenida. ¿Pandora Wilson? Tres hombres y una mujer. Fue el de mayor edad quien le salió al paso con una sonrisa cortés, anclada en la comisura de sus labios. Los otros dos se ofrecieron a ayudarla con el escaso equipaje, pero ella rechazó con amabilidad primero y luego con firmeza. El señor Wong insiste en que acepte usted alojarse en su casa. Tengo una reserva en el…
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