Daniel Hernández Chambers 30 Lo sabemos, señora Wilson, pero al señor Wong le gusta cerrar los acuerdos en una cena informal en su hogar. Pandora sonrió, ocultando su incomodidad. Sería feo por mi parte decir que no a su generosidad. Excelente. La sonrisa se amplió hasta límites insospechados. Una limusina blanca llevó a la comitiva al corazón de Wuhan. El señor Wong parecía un anciano milenario cuyo cuerpo había menguado, pero mantenía una llama prendida en las pupilas. Ya se conocían, y había sido Wong uno de los que más había insistido en que fuera Pandora y no ninguna otra persona quien viajara para sellar los acuerdos. Tras él aguardaban un par de criados, un hombre y una mujer. De nuevo la intención de ocuparse de su equipaje, de nuevo el rechazo educado de Pandora. Xiang la guiará a su habitación, señora Wilson. Gracias. Cuando usted esté lista, la espero en el salón. Muy amable, señor Wong. Solo me gustaría asearme un poco y estaré con usted. Por supuesto, por supuesto. La criada condujo a Pandora a través de unas puertas correderas y por un pasillo hasta unas escaleras de
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