Daniel Hernández Chambers 16 Mientras abandonaba la sala de recogida de equipajes, donde únicamente había tenido que esperar por su mochila, pues los maletines los llevaba siempre consigo, pensó si acaso era posible que el tiempo se hubiera trastocado de alguna forma, que aquellas tres semanas que indicaba el calendario fueran en realidad años. O siglos. Sí, quizás llevara siglos vagando por el mundo, de un lugar a otro, de paso siempre, sin quedarse nunca lo suficiente para echar raíces. De pronto se detuvo en seco. ¿Dónde estaba? Cantón. Se burló de sí misma por el olvido momentáneo. Cantón era la primera de tres ciudades chinas que debía visitar. En el taxi de camino al hotel Sheraton, con el maletín de cuero a su lado en el asiento y el de tela entre los pies, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. El sueño era una de las cosas que ya no disfrutaba, intentaba aprovechar los trayectos en avión, pero el descanso le era esquivo. Apagaba el portátil, pero su cerebro no se relajaba ni un segundo. No disponía de un botón para fundir su mente a negro. Había perdido el sueño, había perdido a Richard, había perdido su juventud y estaba en proceso de perder a Will. A última hora le había pedido que la acom-
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