20 querer pasar las tardes del viernes torturando a un pobre adolescente con partículas y moléculas. Me imaginaba a una señora mayor con el pelo de Einstein, unas gafas enormes y voz muy severa. Seguro que era de las que tienen cara de amargada, sin ninguna paciencia cuando no entendiera la lección. Mi madre dice que, cuando estoy enfadado, me meto yo solo en una espiral de negatividad y me pongo a pensar en la peor situación posible. Pero en ese momento no era yo el que se estaba metiendo en ninguna espiral, eran ellos quienes me obligaban a pasar la tarde del viernes estudiando con alguien desconocido. Todavía no había dejado libre el escritorio cuando se escuchó el timbre. ¡Encima llegaba antes de tiempo! Decidí que quien fuera no tenía consideración. —Voy —suspiré. Con mi cara de resignación más exagerada, abrí la puerta a la desconocida con la que iba a pasar los próximos viernes. Lo primero que pensé al verla es que se había equivocado. Ni siquiera la invité a entrar. Me quedé quieto como un pasmarote mirando a esa chica de ojos marrones y pecas en la nariz. Los ojos, y tal vez
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