23 —No os entretengo más —dijo mi padre, a modo de despedida—. ¡Aprovecha, Isaac! Cuando nos quedamos solos, Niko apoyó el codo en la mesa y me miró como si esperase que yo dijera algo. —Bueno —comentó tras un silencio—. ¿Qué es lo que te cuesta? —¡Nada! —contesté al momento. Niko arqueó una ceja y esbozó una sonrisa divertida. —Entonces…, ¿ya puedo irme? ¿Le decimos a tu padre que no puedo ayudarte en nada? Balbuceé algo y abrí el libro por el tema que había suspendido. La miré de reojo. ¿De verdad era un genio de la física? ¡Si era de mi edad! ¿Le había dado por pasar todo su tiempo libre con la cabeza delante de tochos incomprensibles? No tenía pinta de ser tan aburrida. —Mezclas homogéneas y heterogéneas —suspiré—. No hay forma de hacer esto interesante. Niko abrió mucho los ojos y sonrió como si hablara de hacer una tarta de chocolate. Y entonces apartó el libro y se giró para quedar de frente.
RkJQdWJsaXNoZXIy