1814875

30 hacia la puerta. Cogió los veinte euros que le dio mi madre y se despidió con un gesto desde el pasillo. Regresé a mi cuarto para ordenar el escritorio. Ahí, encima de la mesa, estaba el estuche de marcianitos de Niko. Sin pensarlo dos veces lo cogí y salí tras ella. —¿Dónde vas? —me preguntó mi padre. —Niko se ha dejado algo aquí —respondí, abriendo la puerta de la calle. Niko había llegado al cruce y justo giraba hacia la izquierda. —¿Por qué no aprovechas y la acompañas hasta su casa? —me sugirió mi madre—. La pobre tiene que hacer siempre el camino sola. —¡Vale! —respondí alegre. Mis padres me acababan de dar la oportunidad perfecta para que descubriese algo más de Niko. Sé que no hice lo más correcto. Podría haber corrido un poco más, gritar su nombre y devolverle el estuche. En vez de eso, la seguí a cierta distancia. Estaba seguro de que Niko no me dejaría acompañarla. Además, sería un poco raro si le pidiese que me dejara ir con ella. No quería parecer un chaval

RkJQdWJsaXNoZXIy