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31 aburrido que no tenía nada mejor que hacer un viernes por la tarde. Niko avanzó por la avenida hasta alcanzar la gran rotonda de los cisnes. Una vez allí, en vez de seguir recto para llegar al centro, se desvió a la izquierda. Callejeamos un poco. Nos acercábamos a uno de los barrios residenciales donde yo no había estado nunca. Los bloques de pisos dejaron paso a las casas pequeñas. Y seguimos adelante. Había almacenes, talleres y solares sin construir a ambos lados de la carretera. ¿Niko viviría en esa zona? Hasta ese momento, yo me había ido escondiendo entre los coches o esperando tras las esquinas hasta quedar fuera de su vista. La cosa empezaba a complicarse. Encontraba muchos menos escondites. Y si dejaba más espacio entre nosotros podría perderla. Por suerte, Niko no se giró para mirar atrás ni una sola vez. Debía de estar absorta en sus pensamientos. Me agazapé detrás de unos arbustos a tiempo para ver cómo giraba tras una nave industrial. Dejé pasar unos segundos antes de seguirla. Lo que vi al llegar a la esquina me dejó sin aliento. ¡Era algo imposible!

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