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33 el edificio. La puerta era imposible de detectar, era como si nunca hubiera existido. Dudé. Aún sujetaba el estuche de marcianitos en la mano. Tenía que ser un efecto óptico. Pensé que, si me acercaba, vería mejor la puerta oculta. Era un sitio extravagante, como Niko. Eso era todo. Más decidido, salí de mi escondite y me acerqué a ese punto donde unos momentos antes había estado la puerta. La pared era lisa, de color gris. Estaba intacta. Pasé la mano por encima. No había ninguna abertura, ningún resquicio, ninguna puerta, nada. Me quedé delante un buen rato, incapaz de encontrar una explicación. Mi profe de Física acababa de desaparecer por arte de magia.

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