11 —Una puntuación muy irónica, considerando que no te gustan las ciencias. No estaba seguro de qué quería decir. El tres con catorce se burlaba de mí desde el papel. Si fuera un cuatro a lo mejor mis padres serían más comprensivos. Pero era un tres. Suspiré, compadeciéndome de mí mismo. —No es el fin del mundo —me consoló Alejandro. —Aún no, eso llegará cuando mis padres vean la nota. Antes de que alguien se atreva a decirme que estaba siendo un poco dramático, necesito explicar por qué ese suspenso era el final de mi vida tal y como la conocía. Y para eso tengo que hablar un poco de mí. Me llamo Isaac y tengo trece años. Estoy en segundo de la ESO, que es el curso donde todo se complica. En parte, por la aparición de la peor asignatura del mundo: ¡la Física! Y no es que no me gusten las ciencias. No soy malo en Matemáticas y el año pasado saqué un notable en Biología. La Biología es la gemela buena de las Ciencias Naturales y la Física es la hermana maligna.
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