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17 saltos a todas partes. Si me ponía triste, se me pasaba pronto. Pero ahora, desde que me dijeron que iba a cambiar de colegio, y me empezó a gustar el morado, la tristeza no tiene fondo rosa, sino un fondo oscuro, como de túnel, y da muchísima más pena. Por ejemplo, cuando estoy sola en el recreo y echo de menos a mi amiga Adri. Me acuerdo de cómo era el patio de mi antiguo cole, pienso en lo que estarán haciendo ella y el resto de mi clase…, y, en cuanto me doy cuenta, ya estoy perdida en medio de ese túnel oscuro, con lágrimas en los ojos. Lo único bueno que tiene es que, cuando estoy apenHada, sigo siendo un hada. No estoy alicaída del todo (o sea, con las alas caídas). Y sé que mis lágrimas son mágicas. Tienen poder. Las tuyas también, ¿sabes? Las de todos. Otro día te lo contaré. Pero hay algo que siempre me quita la tristeza de un plumazo. ¡Acordarme de Adam!

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