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Para Víctor, nuestro más joven amigo. Si te topas con los autores de este libro, ¡pídeles una dedicatoria!

7 Eres de los que pueden ver fantasmas? Párate y piensa un momento. Es posible que lo hayas hecho. Pocas personas reconocen que los espectros existen. Dicen que son fantasías, ideas de niños muy imaginativos, alucinaciones. Pero puede que estén más equivocados de lo que creen. Imagina que hubiera una mansión llena, ¡repleta!, de fantasmas. Una casa antigua, en pie durante siglos, donde los espectros estuvieran en la gloria. La mansión de la que te hablo estaría en pleno centro de Londres. En una calle discreta. Por delante de su puerta solo pasarían niños, perros y adultos. Llamémosla por su nombre: mansión Hauntington. Sí. Es esta de aquí.

8 Sus muros han sido testigos de muchas historias apasionantes, mientras que otras (igual de apasionantes) aún no han ocurrido. Así que, por el momento, vamos a hablarte de James. Es el niño que vivía en la mansión alrededor de 1894. Su madre era la guardesa. Se encargaba de la casa mientras lord y lady Lawson, los dueños en esa época, estaban de vacaciones.

9 La madre de James se quejaba de que una casa tan grande daba mucho trabajo. Pero James estaba encantado. Cuando los señores Lawson se marchaban, algo que sucedía varias veces al año, la casa era completamente suya. Cada mañana, James se levantaba, desayunaba y se marchaba a jugar al piso de arriba. Mientras le oía corretear, su madre suspiraba aliviada. —Qué hijo más bueno me ha salido —se decía mientras pelaba las cebollas—. No da ni un problema. Es tan formalito... James no parecía necesitar a nadie. Hasta mantenía largas conversaciones consigo mismo. Por eso, su madre pensaba que era muy independiente. También por la noche. Cuando se acostaba a leer su libro preferido, antes de dormir.

10 A veces, la madre de James se preguntaba cómo su hijo había aprendido tantas cosas por su cuenta. Le parecía increíble no tener que recordarle que ordenara su cuarto. O que se lavara los dientes. O que cada día le pusiera agua fresca a Fred, el gato. Y, cuando la madre de James se acostaba, rendida por el trabajo, lo hacía con una sonrisa. Se sentía feliz de tener un hijo tan responsable.

11 De verdad que tu madre no sospecha nada? —preguntó Rebecca a James una tarde—. ¿Ni siquiera un poquito? —Qué va —contestó él—. Ella cree que soy un niño muy maduro para mi edad. Rebecca se encogió de hombros. Los vivos eran tan palurdos... No se enteraban nunca de nada. Lo que la madre de James no sabía era que su hijo no jugaba solo. Alguien se encargaba de su educación. Rebecca Winter era niñera fantasma. Sí, has leído bien. Fantasma de los de verdad. Y también niñera. Las dos cosas a la vez. Vivía en la mansión desde tiempos inmemoriales. Nadie habría sabido decir desde cuándo. Y el día que James entró por la puerta, detectó que le hacía un poquitín de falta que alguien se encargara de él.

12 Rebecca se desmoría por James (que es lo mismo que desvivirse, pero aplicado a los fantasmas). Lo que pasa es que a veces sucedía al revés. La niñera era tan despistada que muchas veces era James el que estaba pendiente de ella.

14 Por ejemplo, a Rebecca le encantaba el té. Lo bebía a todas horas y le gustaba tomarlo igual que los vivos. Es decir, prefería usar tazas humanas y moverlas de un sitio a otro si era necesario. Decía que así el té le sabía mejor. El problema llegaba cuando la taza acababa en cualquier parte de la casa. En épocas con poca gente, no importaba mucho, pero en otras, los vivos habrían podido sospechar. ¿Una taza que aparece encima de un armario? ¿Que al día siguiente está bajo una silla? ¿Y al otro dentro del corral? ¡Oh, no! ¡Esta casa está encantada! ¡Hay que hacer algo! El despiste podía causar serios disgustos. Nada impediría que lord o lady Lawson pusieran el grito en el cielo y buscaran a alguien que se hiciera cargo del asunto. Por eso James insistía a Rebecca en que tomara el té al modo espectral. Sin tocar las tazas de los vivos. Pero Rebecca disfrutaba tanto cambiando cosas de sitio… No lo podía remediar.

15 Por fortuna, la tarde que nos ocupa no hubo despistes. Todos los fantasmas estaban muy atentos pues se esperaba visita. Alguien vivo que llegaría desde Italia. —Ha sido por culpa de lord y lady Lawson —masculló Marguerite, la cocinera espectral—. Le han prestado la casa mientras ellos se encuentran fuera. Marguerite siempre estaba al tanto de los chismes. Cada vez que una carta llegaba, se colocaba encima del hombro de quien fuera el destinatario. La leía muy rápido y siempre se acordaba de todos los detalles. —Debe de ser una broma —protestó Peter, el fantasma de la biblioteca—. Con lo a gusto que estamos ahora. Pronto el misterio se desveló. A última hora de la tarde, alguien llamó al timbre. Y, cuando la madre de James abrió la puerta, descubrió a un joven con una maleta tan empapada como su chubasquero.

16 Al ver el panorama, los fantasmas se retiraron y dejaron que James se enterara de todo. Como niño vivo que era, solo él podía hacer preguntas. Mejor no distraerle. Era lo más lógico.

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