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12 —Gustavo, ven un momento. Se presentó cabizbajo y con cara de circunstancias. Les diría la verdad y admitiría que no se sentía preparado, ni física ni mentalmente, para incorporarse a una fábrica de adolescentes llenos de granos. Les pediría un año, un año de gracia, un año más para madurar. En un año podría crecer veinte centímetros y engordar diez kilos. Les prometería comer pescado y garbanzos, y aprender a jugar al baloncesto los sábados. Con un año confinado en casa leyendo, jugando a la Play, a Dark Souls y viendo series de adolescentes (para poder entenderlos mejor) sería suficiente. —Gustavo, tu padre y yo estamos preocupados. —Está muy alterado. —Mañana empieza la guardería y no le gusta nada. —Se huele que lo abandonaremos. —Solamente tiene siete meses. —¿Lo puedes consolar un poco? —Ya sabes que te quiere mucho. —Y que te hace mucho caso. —Eres su hermano mayor.

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