22 —Algodón. —¿Me dejas tocarlo? —pidió Berta, emocionada. Jorge se hinchó como un pavo y se presentó con desparpajo a Berta. Sin vacilaciones, sin vergüenza y con la seguridad de los chicos que son mayores, que quieren ir al instituto y que han pasado unas vacaciones guais. Gustavo los miró sin creérselo. De repente, Jorge y Berta parecían más que amigos. Gustavo se alejó discretamente de la pareja y sintió un catacrac en el pecho, como si el corazón se le agrietara. Exactamente el mismo ruido que hacían los lápices mordisqueados al romperse por la mitad. Jorge estaba exultante y charlaba por los codos con su nueva amiga. Sabía que su hámster causaría admiración y por eso lo traía con él y lo enseñaba. Y Berta, con el pequeño Algodón en las manos, miraba embelesada a Jorge y sonreía. Ya no estaba enfadada ni odiaba a la humanidad. Quizás incluso le hacía ilusión empezar el nuevo curso en el nuevo instituto. Gustavo suspiró. Por un instante había sido él quien había caminado junto a Berta. Juraría que
RkJQdWJsaXNoZXIy