32 Un día, Gatopapá le habló tan ser iamente que lo trató de usted: –¡Esta mi sma tarde, usted se viene a cazar conmigo! A ver s i cambia de una vez. Esa tarde los dos fueron al puer to. Cuando l legaron al muel le, Gatopapá señaló la entrada de una cueva. Esperaron un rato. Por f in, al guien se asomó a la puer ta: un ratón enorme con cara de del incuente. Gatopapá, por precaución, dio un paso atrás . ¿Y Celest ino? Agachó más que nunca las orejas , encogió los bi gotes , ar rastró la tr ipa y, una pat i ta tras otra, tras , tras , tras , fue tomando velocidad hasta sal i r cor r iendo como una f lecha. –¿Adónde vas , Celest ino? –gr i tó Gatopapá–. ¡No me digas que t ienes miedo! El gat i to cor r ió por un pas i l lo, por una escalera. . . Hasta que, de repente, se topó con un mar inero. ¡Con las pr i sas , se había met ido en un barco! El mar inero le puso un plat i to de leche t ibia y preguntó: –¿Quieres veni r a dar una vuel ta en barco hasta Nor teamér ica? Celest ino bajó del barco solamente para hacer la maleta y despedi rse de Gatamamá y Gatopapá. Repar t ió bes i tos , chui k , chui k , chui k , y sal ió tan rápido como había entrado. Con la pr imera car ta mandó también su foto con gor r i to. Gatamamá la mi ró con oj i tos sonr ientes; Gatopapá ronroneó de gusto. Después la col garon junto a los famosos retratos de la fami l ia y se s int ieron muy orgul losos de su hi jo Celest ino, el val iente mar inero. Beatr i z Ferro Cuentos de la vereda. Edi tor ial Propuestas (adaptación) COMPLETA EL CUENTO Inventa y escr ibe los nombres de los lugares que visi tó Celest ino.
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