34 A P R E N DI Z A J E B A SA D O E N P ROY EC TO S F A S E 2 ¿Cómo buscar en los Libros Sagrados? Anteriormente se explicaba que la Biblia es el teléfono móv i l de Dios , a l que se puede acudi r cada vez que haga falta. Pero ¿qué número marcamos? Eso es lo que vamos a conocer a continuación: el número personal de Dios. Porque la Biblia tiene un lenguaje propio y, si no lo conocemos, no podre - mos leerla ni interpretarla. Recordemos que está compuesta por dos partes y cada una tiene sus propios libros que se identifican por sus abreviaturas (recogidas en el Anexo ). Además del texto escrito, en la Biblia aparecen muchos números de diferentes tamaños. Los grandes identifican los capítulos, y los pequeños, que van a continuación, son los versículos. Por ejemplo, para buscar esta cita bíbl ica tendre - mos que seguir una serie de pasos: Lc 11, 2-4 Lc es la abreviatura del libro. Con la ayuda del índice de nuestra Bibl ia veremos si está en el Antiguo o el Nuevo Testamento, e incluso nos d i rá l a pág i na en l a que encont ra r l o. En es te caso se refiere al Evangelio de san Lucas, que está en el Nuevo Testamento. 11, el número anterior a la coma, indica el capítulo, que aparece en grande al comienzo de cada párrafo. 2-4, los números que se muestran después de la coma, se refiere a los versículos. ¡Muy bien! Ya puedes leer esa ci ta que se corresponde con la oración del padrenuestro. – Significa «hasta». , Separa el capítulo de los versículos. . Señala que en el versículo anterior al punto se debe realizar una pausa y seguir leyendo en el versículo que hay después del punto. ; Sirve para separar textos diferentes. Si después del punto y coma no hay abreviatura del libro, quiere decir que ese capítulo y versículo corresponden al mismo libro que en la cita anterior. Si lleva otra abreviatura, es un libro diferente. La estructura de la Biblia Pero esto se complica cuando además de la coma encontramos punto y coma, guion largo o punto. Todo tiene su explicación. La posibilidad de tener una Biblia en casa y, más aun, traducida al castellano, no fue posible hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965). Hasta entonces era un privilegio del que disfrutaban sólo estudiosos de la Sagrada Escritura.
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