Vacaciones El verano pasado no fuimos de vacaciones a la playa. Mamá dijo que haríamos «otro tipo de turismo» y que sería muy divertido. En las maletas no pusimos chanclas ni manguitos ni bañadores ni palas... Curro, mi hermano pequeño, y yo estábamos enfadados. ¿Dónde pensaban llevarnos? ¿Qué puede haber más divertido que el mar? El día de la partida, Curro y yo, en señal de protesta, nos escondimos. Mamá nos encontró enseguida. Luego nos negamos a subir al coche. Papá no nos hizo caso y lo puso en marcha. Así que nos rendimos. Esta vez, la carretera no nos llevó al mar. Ni vimos pinares ni gaviotas. La carretera nos llevó a la sierra. Había muchas curvas. Curro se mareó. Papá paró y Curro vomitó. –¿Falta mucho, mami? –pregunté poco después. –No, mirad por la ventanilla. ¡Es un paisaje precioso! ¿Precioso? Solo había olivos y olivos, puestos en fila, que subían y bajaban por los cerros. ¡Qué aburrido! –Si miráis bien –dijo papá–, podréis ver perdices. Pegamos la nariz al cristal, pero no vimos nada. 1 4
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