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EL HOMBRE DE ARENA. LOS MIEDOS INFANTILES Aunque los miedos nunca desaparecen del todo, es en la infancia donde más abundan y donde más irracionales son. Los grandes escritores de relatos de terror han aprovechado esta circunstancia para convertir los temores infantiles en la materia para crear grandes clásicos de la literatura universal. Los cuentos del alemán Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (17761822), llenos de personajes siniestros como el doble, el autómata o el famoso hombre de arena, han influido enormemente en la literatura posterior, pero también en la música (el ballet Cascanueces o la canción «Enter Sandman» de Metallica) y el cine (David Lynch). El Hombre de Arena es uno de sus cuentos más conocidos y en él aparecen algunos de los miedos más arraigados en el alma humana: los que dan pie a nuestras peores pesadillas de la infancia. A la hora de acostarse Salvo en las horas de las comidas, mis hermanos y yo veíamos a mi padre bastante poco. Estaba muy ocupado en su trabajo. Después de la cena íbamos todos con nuestra madre al despacho de nuestro padre y nos sentábamos en una mesa redonda. Con frecuencia nos contaba historias maravillosas. En este tipo de veladas, mi madre estaba muy triste, y apenas oía sonar las nueve, exclamaba: «Vamos, niños, a la cama…, ¡el Hombre de Arena está al llegar…! ¡Ya le oigo!». Y, en efecto, se oían entonces retumbar en la escalera pasos graves. En cierta ocasión aquel ruido me produjo un escalofrío mayor del habitual y pregunté a mi madre mientras nos acompañaba: –Mamá, ¿quién es ese malvado Hombre de Arena que nos separa siempre de papá? ¿Qué aspecto tiene? –No existe tal Hombre de Arena, cariño –me respondió mi madre–. Cuando digo que viene el Hombre de Arena, quiero decir que tenéis que ir a la cama porque vuestros párpados se cierran a causa del sueño como si alguien os hubiera tirado arena a los ojos. Aquella respuesta no me satisfizo y mi infantil imaginación adivinaba que mi madre había negado la existencia del Hombre de Arena para no asustarnos. Pero yo le oía siempre subir las escaleras. Lleno de curiosidad, impaciente por asegurarme de la existencia de este hombre, pregunté a una vieja criada que cuidaba de mi hermana pequeña quién era aquel personaje. –¡Ah, mi pequeño Nathaniel! –me contestó–, ¿no lo sabes? Es un hombre malo que viene a buscar a los niños cuando no quieren irse a la cama y les arroja un TEXTO 4 206

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