338979

E l j oven Ar i s t ó t e l e s Cuando Aristóteles era un cachorro, no tenía ni idea de que los gatos tienen varias vidas. Sin embargo, su madre sí que lo sabía. «No se lo voy a decir», pensó, «con lo travieso que es, se meterá en muchos líos». Poco tiempo después, Aristóteles se fue a vivir con una anciana de nariz ganchuda, vestido negro y un alto sombrero sobre enmarañado pelo canoso. Su nombre era Bella Donna. —Debería tener un gato negro —dijo—, pero, a veces, está bien cambiar. El mismo día que llegó a su nueva casa, Aristóteles decidió explorarla y subió al tejado. Allí trepó por la chimenea y se asomó a su interior. En ese mismo instante, salió una gran bocanada de humo. El gatito empezó a toser y a estornudar, perdió el equilibrio y se precipitó chimenea abajo. Bella Donna acababa de encender el fuego cuando, de repente, empezó a caer tanto hollín que las llamas se apagaron. Y tras el hollín, cayó un gatito que antes había sido blanco, pero que ahora estaba negro como el sombrero de una bruja. —Muchacho —dijo Bella Donna—, menos mal que la chimenea estaba sucia, porque, si no, hubieras muerto abrasado. Más te vale ser prudente o no llegarás a ser un gato adulto. Bella Donna recogió el hollín y volvió a encender el fuego. A continuación, calentó agua y la vertió en un barreño. Por último, metió al gatito dentro, lo remojó, lo enjabonó y lo volvió a remojar. Aristóteles experimentó distintas sensaciones. Por un lado, igual que todos los gatos, no le gustaba estar sucio y se sentía encantado de volver a ser blanco. Pero, por otro, odiaba el agua y a su dueña, por haberlo empapado. Sin embargo, cuando Bella Donna lo secó y le sirvió un plato de comida, comprendió que sus intenciones eran buenas. El gatito rebañó el plato, se tumbó delante del fuego y se quedó dormido. dick king–smith (adaptación) Aristóteles, el mejor gato para una bruja Lectura 2 212

RkJQdWJsaXNoZXIy