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Una economía de guerra En todos los países beligerantes se impuso una economía de guerra dirigida por los Estados para garantizar el abastecimiento de la población y de las tropas. Se suspendió la libertad de producción y comercio, y la industria de cada país se centró en producir armas y municiones para el ejército. La movilización de millones de soldados para luchar en el frente hizo necesario recurrir a mano de obra femenina para cubrir sus puestos de trabajo. Millones de mujeres voluntarias asumieron el trabajo en el campo y prestaron sus ser vicios como enfermeras, conductoras de tranvía o autobús, mecánicas, policías… Pero, sobre todo, trabajaron en las fábricas de armamento como montadoras de hélices, obuses y fusiles, empaquetadoras de munición , etc. (12) Era un trabajo duro y peligroso. Se manipulaban materiales tóxicos que causaban daños en la piel y el sistema respiratorio, y los accidentes, como las explosiones que causaron la muerte de muchas trabajadoras, eran frecuentes. Algunas mujeres, como Natalie Tychmini o Dorothy Lawrence, lucharon en el frente y otras se convirtieron en espías, como Mata Hari . 12. Trabajadoras en una fábrica de armas en Reino Unido en 1917. Cómo eran las trincheras Las trincheras eran largas zanjas excavadas en el terreno y rematadas con alambres y sacos de arena a modo de defensa de los ataques de la artillería pesada . Los soldados pasaban meses en ellas en condiciones muy duras. Era difícil soportar el frío intenso y la lluvia , que con frecuencia inundaba las trincheras. La comida era a menudo escasa y la falta de higiene y las plagas (ratas, piojos…) provocaban muchas enfermedades. Los días que transcurrían tranquilos, algunos soldados aprovechaban para escribir diarios y cartas que nos han proporcionado abundante información sobre la guerra . La oscuridad de la noche les permitía salir de la trinchera para repararla o asaltar las enemigas. (13, 15) E X P L O R A 13. Trinchera británica en 1916. Las trincheras son zanjas barrosas y angostas. Amari l l as aguas de l luv i a l as encharcan . Se resbala al andar. Los ratones corren vivaces por los taludes, las ratas por el fondo cenagoso y ráfagas de viento traen frías pesti lencias de carroña . En el talud de las trincheras los zapadores han cavado hondos abrigos donde se guarecen escuadras de soldados, y en los lugares más propicios para los escuchas y centinelas, miraderos disimulados entre pedruscos y ramajes. Ante los dos fosos enemigos se tienden camp o s d e e sp i n o s a s a l amb ra d a s y u n e sp a c i o donde muertos de las últimas jornadas se pudren sobre los huesos de aquellos que cayeron en los primeros dí as de l a invasión . La ti erra en torno está como arada , la metralla taló los árboles y abrasó la yerba . Del fondo de las trincheras surgen cohetes de luces rojas, verdes y blancas, que se abren en los aires de la noche oscura . Ramon María del Valle-Incl án, «Un día de guerra», El Imparcial, 11 de octubre de 1916 (Adaptación) 4. Vivir en guerra 32

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