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Un terrible experimento –Coloquen los libros –ordenó el director. En silencio, las enfermeras obedecieron la orden . Entre los jarrones de rosas, los libros fueron debidamente dispuestos y se abrieron mostrando alguna imagen alegremente coloreada de animales, peces o pájaros. –Y ahora traigan a los niños. Las enfermeras se apresuraron a salir de la sala y volvieron al cabo de dos minutos empujando una especie de carrito de té muy alto, con cuatro estantes de tela metálica , en cada uno de los cuales había un crío de ocho meses. –Pónganlos en el suelo y sitúenlos de modo que puedan ver las f lores y los libros. Los chiqui l los inmediatamente guardaron si lencio, y empezaron a arrastrarse hacia aquellas aquellas formas alegres y brillantes que aparecían en las páginas blancas. De las filas de críos que gateaban llegaron pequeños chillidos de excitación , gorjeos y ronroneos de placer. El director se frotó las manos. –¡Estupendo! –exclamó–. Ni hecho a propósito. Los más rápidos ya habían alcanzado su meta. Sus manitas, inseguras, palpaban, agarraban, deshojaban las rosas, arrugaban las páginas ilustradas de los libros. El director esperó verles a todos alegremente atareados. Entonces dijo: —Fíjense bien . L a enfermera jefe, qu e estaba de pi e junto a un cuadro de mandos, bajó una pequeña palanca . Se produjo una violenta explosión . Cada vez más aguda , empezó a sonar una sirena . Timbres de alarma se dispararon . Los chiquillos se sobresaltaron y rompieron en chillidos, con sus rostros convulsos de terror. –Y ahora –gritó el director (porque el estruendo era ensordecedor)–, ahora pasaremos a reforzar la lección con un pequeño electroshock. Volvió a hacer una señal con la mano, y la enfermera jefe pulsó otra palanca . Los D I S TO P Í AS Texto 2 Un mundo feliz. Tecnología deshumanizadora En la sociedad que presenta Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz (1932), nadie está descontento con su vida porque todos los seres humanos han sido condicionados desde antes de nacer para conformarse con la posición que ocupan en la escala social y evitar las preocupaciones gracias al consumo de una droga llamada soma. Sin embargo, su felicidad se ha logrado a costa de perder un rasgo esencial de la identidad humana: la capacidad de experimentar emociones. Aldous Huxley no veía con buenos ojos la excesiva confianza que se tenía en su época en el progreso científico y tecnológico y quiso con esta novela alertar del peligro de que el ser humano terminara deshumanizado. El paso del tiempo ha demostrado que los temores de este autor no eran infundados. 22

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