Mamá me miraba, amorosa. Me tenía bien apretada la mano, como si supiera que, en cuanto la aflojara, yo aprovecharía para salir corriendo. Al fin sonó el timbre de entrada. Mamá me estampó un sonoro beso y me soltó. Desde su enorme altura saludó a mi papá, que estaba en la esquina y que también sobresalía más de un metro por encima de la multitud, como ella. Yo espié buscando una vía de fuga. No la había. Avancé hasta el centro del patio, resignado. Ya llegaría mi oportunidad en cuanto entráramos en el aula: tenía que haber alguna ventana, estaba seguro. Formamos filas y escuchamos la bienvenida de la directora. Entonces oí una voz. Una como nunca antes había oído. Era la voz de la señorita Alba, que nos invitaba a seguirla. —Tú eres Ogrez, ¿no? Carlitos Ogrez —me dijo mientras miraba su lista—. ¡Qué lindo, con esa carita verde! ¡Verás cuánto vamos a aprender! Yo supe de pronto que no me escaparía. Supe que sería el primer ogro de la historia en ir a la escuela a aprender. Ya no habría huida, no podía haberla. Era irremediable: me había enamorado de la señorita. 1 T a l l e r d e c r e a t i v i d a d S I Y O F U E R A . . . > IMAGINA que estás en la de clase de Carlitos Ogrez. ¿Qué le preguntarías para conocerlo mejor? Puede ser sobre alguno de estos temas: mario méndez Ruidos monstruosos, Loqueleo Argentina (adaptación) Sobre sus aficiones. Sobre su familia. 9
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