10 Ficha 2 El hada Siderurgia El día del bautizo de la princesa Pilarín, el rey Francho el Ancho invitó a la fiesta a todas las hadas buenas. Los habitantes del reino admiraban a las hadas, siempre tan guapas, elegantes y delicadas. Una de las hadas, sin embargo, desentonaba del resto. El hada Siderurgia era grandona y fea. Sus compañeras se metían con ella porque le gustaba hacer deporte. Decían que tenía piernas de corredor de cien metros lisos y brazos de lanzador de jabalina. Para acabarlo de arreglar, Siderurgia calzaba siempre zapatillas deportivas, de esas con lucecitas coloradas en las suelas. Un desastre de hada, vamos. El festín en honor de la princesa Pilarín estaba resultando perfecto. Mas…, de pronto, hizo su aparición la malvada bruja Melopea, famosa por intentar colarse de gorra en todas las fiestas. –¿Me enseña su invitación, señora, por favor? –le pidió el guardia de la entrada. Melopea metió la mano en el bolsillo y en lugar de la invitación… ¡sacó una de sus varitas mágicas de acero inoxidable! Y, tocando al soldado con la varita en el ombligo, lo convirtió en un reloj de cocina marca Timex. Después, se coló en la fiesta. Al ver entrar a Melopea, un mayordomo corrió a avisar a las hadas buenas, que se estaban poniendo como el Quico de langostinos cocidos y canapés de fuagrás. Pero Melopea disparó sobre ellas un potente hechizo colectivo y las convirtió en setas. –¡Detente, Melopea! –gritó entonces el hada Siderurgia corriendo hacia ella.
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