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10 Ficha 2 Se llamará Cristóbal Cuando a mamá se le ocurre ordenar mi cuarto, ¡me muero de rabia! Lo revuelve todo y, al final, la habitación queda como si fuera la de una persona limpia y ordenada, de alguien que no soy yo. Ni siquiera respeta el cajón de mi escritorio. Lo malo es que perdí en el jardín la llave y no puedo cerrarlo. ¡Tendré que buscarla! Mientras tanto, he puesto un chicle para sellar el cajón y he pegado un letrero que dice: Debajo he dibujado una calavera, pero ni así… No ha servido de nada. Mamá ha abierto el cajón y lo ha sacado todo. –¿Para qué guardas tantos disparates? –protesta mamá–. Papeles pegajosos, cajas de chicle vacías, botones, tornillos…, ¡hasta una mosca muerta! ¡Ya es el colmo del desorden! Yo quisiera explicarle que esos papeles son de caramelos que mi amiga Corina me dio un día al salir de la escuela; que la mosca la cacé al vuelo, ¡qué puntería!, y que el tornillo es de mi primer reloj. Pero no hay manera… –¿Y este pedazo de queso? ¡Qué espanto! Van a aparecer ratones en tu cuarto, te lo aseguro… –dice mamá mientras tira el queso a la basura con un gesto de asco. Mamá siempre dice lo mismo, pero hasta ahora… ¡nada! Porque el queso lo pongo en mi cajón precisamente para eso, para que venga un ratón y se quede a vivir en mi cuarto. Ya que no quieren comprarme un perro, al menos así tendría un ratón. –Y estas piedras, ¿para qué sirven? Hojas secas, cerillas quemadas…, ¡a la basura! –dice mamá mientras lo tira todo. Yo no me atrevo a protestar, sería inútil, porque ella no entiende que, aunque estas cosas no sirvan para nada, a mí me gustan. Ella también tiene en el salón adornos que no sirven para nada y que yo no puedo ni tocar. –¿Y este caballito roto? –pregunta mamá–. Tienes muchos juguetes nuevos, ¿para qué guardas los que ya no sirven? Yo no digo nada. Sería difícil explicarle que el caballito me gusta precisamente porque es cojo y me da pena y que, cuando juego, gana todas las carreras.

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