409013 _ 0001-0112.indd

16 Ficha 4 ¡Donde las dan las toman! Una soleada mañana de primavera, un zorro estaba dando un paseo por el bosque cuando, de pronto, se encontró con una cigüeña. Los dos animales iniciaron una animada charla y pasaron un buen rato hablando de esto y de lo otro. Cuando ya iban a despedirse, el zorro, en tono muy amable, le dijo a la cigüeña: –Querida amiga, lo he pasado muy bien. Me apetece seguir conversando contigo. ¿Por qué no vienes a comer mañana a mi casa? Así, tendremos la oportunidad de ir conociéndonos mejor y de estrechar nuestra amistad. –Por supuesto que acepto tu invitación –respondió encantada la cigüeña–. Allí estaré mañana. Al día siguiente, a la hora fijada, la cigüeña acudió a la casa del zorro. El anfitrión dio una calurosa bienvenida a su vecina, quien se sintió muy a gusto allí desde el primer momento. Además, olía tan bien que a la cigüeña se le hacía la boca agua pensando en el suculento banquete que, sin duda, su amigo tenía preparado para ella. El zorro condujo a la recién llegada hasta la mesa, donde estaba todo dispuesto para comenzar el festín. La cigüeña observó la comida. Se trataba de un riquísimo puré de verduras ya servido en los platos, unos recipientes que resultaban muy poco adecuados para su largo pico. La invitada hizo grandes esfuerzos por coger aunque fuese una mínima cantidad de aquella crema. Pero todo fue inútil. El zorro, mientras la miraba de reojo burlonamente, comía su ración con verdadero placer. Incluso terminó por lamer el plato hasta dejarlo reluciente. Tras despedirse, la cigüeña comprendió que el zorro había querido reírse de ella y, en ese mismo momento, decidió buscar la forma de vengarse. Unos días más tarde, el ave salió al encuentro del zorro y le dijo con enorme amabilidad: –Querido amigo, ¡qué alegría volver a verte! Quiero devolverte la invitación. ¿Te vienes a comer conmigo? El zorro aceptó con gusto y la acompañó hasta su casa. Allí olía de maravilla y el invitado empezó a relamerse solo con pensar en los deliciosos manjares que le esperaban. –He preparado un guiso de carne con patatas para ti –dijo la cigüeña. Pero cuando el zorro se acercó a la mesa, vio que el guiso estaba servido en unos recipientes de cuello muy alto y boca estrecha. Con su largo pico, la cigüeña podía llegar con facilidad a los trozos de carne y de patatas. Pero el zorro, por más que sacaba la lengua, no alcanzaba aquellas sabrosas exquisiteces. Hambriento y malhumorado, el zorro renunció a continuar intentándolo. Entonces, el ave le preguntó haciéndose la tonta: –¿No te ha gustado la comida? ¡Veo que ni la has probado!

RkJQdWJsaXNoZXIy