6 Ficha 1 Un baile extraordinario Hacía un día espléndido y el cielo parecía pintado. La playa estaba abarrotada de gente que charlaba y reía, que escuchaba música o leía, que jugaba... Y todos estaban contentos. Todos menos Marta. Porque Marta estaba muy enfadada. Enfadada con sus padres, que se habían empeñado en pasar el verano en la playa. Enfadada con su hermano Carlos, que había hecho nuevos amigos. Enfadada con su hermana Laura, que no dejaba de levantar nubes de arena. Enfadada con la abuela, que leía bajo la sombrilla. Cuando le dijeron que pasarían el verano en la playa, se pasó horas protestando como una loca. Su familia intentó calmarla por todos los medios, sin éxito. Finalmente, la ignoraron. Y Marta no tuvo más remedio que aceptar que así serían sus vacaciones. Lo que nadie sospechaba era el motivo de su mal humor, que Marta escondía por vergüenza: le daba un miedo terrible bañarse en el mar. No era miedo del agua, no. Ella nadaba como un pez. Pero el mar, aquella inmensidad de agua llena de animales desconocidos que podían mordisquearle los pies en cualquier momento, le daba un miedo atroz. Por eso, ni siquiera se acercaba a la orilla, ni quería jugar con nadie... –¡Buenos días! –una voz desconocida le habló suavemente. Marta levantó la vista y se encontró con un chaval de piel dorada por el sol y una simpática sonrisa. Se incorporó, parpadeando, y lo saludó tímidamente. –Llevo tiempo mirándote, ¿sabes? Y no has hecho nada más que poner cara de asco... ¿Es que no te gusta la playa? –No... Sí... –dudó Marta. Y de repente se encontró contándole a aquel desconocido, que se llamaba Pablo, lo que nunca le había contado a nadie: –No es que no me guste. Es que me da pavor... –¿No sabes nadar? ¡Puedo enseñarte! –se ofreció él. –Sé nadar perfectamente, gracias –dijo Marta, un poco ofendida–. Pero solo me gusta nadar en la piscina. –¿Por qué? –se extrañó Pablo. –El mar es demasiado grande, y nunca se sabe qué cosas terroríficas puede haber en el fondo... –¿Cómo que no? –rio el muchacho–. Ven conmigo y te enseñaré algo. Marta se despidió con un gesto de su familia, que la miró alejarse con alivio. ¡Por fin, aquella niña hacía algo normal!
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