7 Narración Su nuevo amigo la llevó hasta el muelle y, una vez en el pantalán, le mostró una barquita que se balanceaba plácidamente al ritmo de las olas. A Marta le llamó la atención lo que había dentro de la barca: gafas, tubos y aletas, además de una extraña ropa negra. –¿De quién es esta barca? ¿Y qué es todo eso que hay dentro? –¡Son mis trastos de buceo! –contestó Pablo–. Los guardo en la barca de mi padre. Sin saber cómo, Marta se enfundó un chaleco de neopreno y se colocó unas gafas y unas aletas. Pablo le habló con entusiasmo de las maravillas que escondía el fondo del mar y ella empezó a dudar de que aquel territorio desconocido fuera tan aterrador como imaginaba. Después, temblorosa, cogió la mano que Pablo le ofrecía. El chico le acercó a la boca un tubo de goma con una embocadura. –Muérdela y respira normalmente. ¿Ves? No pasa nada. El aire entra y sale... No tienes más que respirar. –Es que… –balbució Marta. –Te llevaré de la mano. ¡Solo respira y disfruta del espectáculo! Marta, olvidando sus temores, se zambulló en el mar asida a la mano de Pablo. El mundo se volvió azul y silencioso. Cuando su amigo empezó a nadar, ella movió sus aletas amarillas y se deslizó suavemente a su lado. Y así, sin acordarse de haber tenido miedo alguna vez, contempló un extraordinario paisaje que ni siquiera en sueños había imaginado. Pablo la llevó al lugar exacto en el que un rayo hacía brillar un círculo de arena y, con una ligera reverencia, cogió la otra mano de Marta. Y allí, en el fondo del mar, bailaron cogidos de las manos una música que solo ellos oían, porque nacía del fondo de sus corazones. Teresa Broseta 1. Contesta. • ¿Por qué estaba enfadada Marta en la playa? • ¿Qué actividades hacían los miembros de su familia allí? • ¿Qué hacía Marta mientras tanto?
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